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LA SEDUCCIÓN, ninfas en el profundo Sur


"El arte de la seducción siempre consiste en dar con los puntos débiles de los seres humanos" - Stieg Larsson


Cuando se anunció que "El seductor" (1971), el malévolo clásico de Don Siegel protagonizado por un Clint Eastwood en pleno reinado popular como actor, iba a ser objeto de un remake a manos de Sofía Coppola fueron muchos los que se solazaron anticipando la subversiva visión femenina que la directora podría aportar a la enfermiza historia que el escritor Thomas Cullinan había imaginado para su novela "A painted devil" que los guionistas Albert Maltz y e Irene Kamp adaptaron para la producción de Siegel.


Elizabeth Hartman y Clint Eastwood en El seductor


La irrupción de un malherido soldado de la Unión en un diezmado internado de señoritas en el Mississippi rural de los tiempos de la Guerra de Secesión americana y todas las tensiones sexuales que su presencia va generando con el paso del tiempo hasta llegar a explotar todas ellas de una manera salvaje, era una trama literaria tan suculenta como peligrosa a la hora de plasmarla en imágenes cinematográficas, y Don Siegel potenció en su película el ánima malsana que habitaba la historia de Cullinan dando como resultado un desasosegante ejemplo de lo que se ha dado en llamar gótico sureño.


Director de "La invasión de los ladrones de cuerpos" (1956), título clave del género fantástico así como de películas tan comerciales como "Dos mulas y una mujer" (1970) o "Fuga de Alcatraz" (1979), Siegel fue durante décadas vilipendiado por haber producido y dirigido "Harry el sucio" (1971), primer film de la famosa saga de Harry Callahan un policía (Clint Eastwood en su papel mítico) acostumbrado a tomarse la justicia por su mano. Por ello, a la hora de juzgar una obra tan personal como "El seductor" muchos críticos obviaron en su día cualquier análisis del rico plantel de las distintas psicologías femeninas desplegadas en la misma para centrar sus reparos en el punto de vista masculino que, según ellos, dominaba y lastraba la película.


Geraldine Page y Clint Eastwood en El seductor


Sofía Coppola se embarcó en la singular empresa de adaptar nuevamente para el cine la novela de Thomas Cullinan con el propósito declarado de ahondar en la femineidad de la historia. Sumida en tal empeño, Coppola no sólo se encargó de la dirección de "La seducción" si no que también firmó su guión. En esta determinación se quiso ver un arco temporal y temático que uniría su adaptación con la traslación al cine que hizo en 1999 de la novela de Jeffrey Eugenides "Las vírgenes suicidas", su ópera prima como directora. El hermético universo de mujeres de imaginó Eugenides para su novela, tuvo una exquisito tratamiento cinematográfico por parte de Sofía Coppola (que asumió también la labor de guionista) y todo parecía indicar que el retrato que haría del grupo de féminas enclaustradas de "La seducción" sería tan certero como poderoso.


En primer plano de izq. a dcha: Kristen Dunst, Elle Fanning y Nicole Kidman en La seducción

Sin embargo, "La seducción" ha terminado resultando un cúmulo de apuntes de lo que podría haber sido y no es. Sofía Coppola navega entre dos aguas atmosféricas, la del cuento de hadas malicioso y la de un esteticismo turbio, sin terminar por decantarse por ninguna de las dos. Esta indefinición creativa resta perversidad y turbación al visionado de un trabajo de dirección incomprensiblemente laureado en el último Festival de Cannes. Además en su labor de guionista, Coppola minimiza de tal modo la oscuridad anidada en el potente retablo de psicologías femeninas, que logra constreñir las interpretaciones de todo su reparto de actrices. Ejemplo de ello es la imposibilidad de comparar los espléndidos y matizados trabajos de Geraldine Page y Elizabeth Hartman en "El seductor" con los desangelados intentos de Nicole Kidman y Kristen Dunst por insuflar vida a los mismos personajes a causa de la inane escritura que la directora de "La seducción" ha hecho de ambos. Resulta curioso que quizás el rol más rico en ambigüedad termine siendo el del hombre de la película, aunque en este caso el talento limitado de Colin Farrell es incapaz de derrochar toda la latente voracidad viril con el que Clint Eastwood encarnó al seductor en el clásico de Siegel.


Colin Farrell, Kristen Dunst


"La seducción" se nos presenta como un no siempre bien cuidado cúmulo de estampas preciosistas donde las sedas, los encajes, la luz de las velas, la blancura virginal del internado que sirve de guarida a sus protagonistas y el verdor exuberante de la naturaleza pretenden cobrar una simbología que nunca termina de concretarse en algo detonante y definitivo. Donde la cruda planificación cinematográfica de Don Siegel exploraba minuciosamente cada recodo de la psique de las mujeres de su película como fiel traslación visual de un guión donde deseo descarnado, frustración vital e incesto (tema, por cierto, totalmente ignorado en el remake) se daban la mano de forma brutal, la dirección de Sofía Coppola termina confundiendo sutileza con falta de brío y carencia de implicación emocional en la historia.


Nicole Kidman

Sería deseable que este fallido intento de Sofía Coppola de construir la trama de "A painted devil" desde otro prisma creativo, motivara que muchos revisaran la adaptación de Don Siegel y se retractaran de las acusaciones de machista y misógina con la que se la saludó críticamente en el momento de su estreno. Porque "La seducción" será fácilmente olvidada ya que nada en ella resulta perdurable, pero "El seductor" permanecerá como una pequeña joya tan venenosa como imborrable.


Ante la futilidad del resultado fílmico alcanzado por Coppola en este remake, sólo nos queda preguntarnos...¿Dónde está Jane Campion cuando se la necesita?


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