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KATHARINE HEPBURN: De huracanes y pensamientos mágicos


“Una noche te sientas a cenar y sucede algo que hace que nada vuelva a ser igual.”, sentencia la periodista y escritora norteamericana Joan Didion en su acerada novela autobiográfica “El año del pensamiento mágico”, auténtico tratado sobre cómo asumir y aceptar el dolor causado por la muerte de un marido y la grave enfermedad de una hija.


De un minuto a otro nuestras vidas pueden dar un giro de ciento ochenta grados y dejarnos desnudos frente al mundo, desprotegidos ante lo inesperado, noqueados por aquello que ha perturbado el curso normal de nuestra cotidianidad.


Un accidente, una dolencia, un fallecimiento, una catástrofe, una debacle sentimental…existe una retorcida variedad de causas que son capaces de socavar nuestra seguridad vital.


Cuando algo de todo ello tiene lugar, ¿hacia dónde hemos de encaminar la asunción de semejante cambio no buscado?

A Katharine Hepburn, más inigualable si cabe como mujer que como intérprete, le gustaba rememorar el comportamiento que el clan Hepburn había adoptado cuando un huracán asoló la costa Este estadounidense a fines de los años 30 (s. XX) y se llevó por delante Fenwick, su amada mansión familiar: “Había dos cosas que podíamos hacer. Podíamos sentarnos allí y llorar y llorar, pero ésta no parecía una buena elección. Así que, en su lugar, empezamos a dibujar un plano de nuestra nueva casa, que construiríamos en el mismo lugar.” Continuidad. Avance.


Aún cegados por el golpe traumático de lo inesperado es positivo que sigamos avanzando, siquiera a tientas, y no dejarnos paralizar por el influjo del miedo al cambio y a lo desconocido. Eso no significa que la senda que hayamos de recorrer a partir de ese punto de inflexión dramático termine siendo mejor que todo lo anterior, pero al menos no asentarnos indefinidamente en lo peor nos proporcionará una ventaja clara a la hora de lograr una futura adaptación a las nuevas circunstancias de nuestra existencia.

Poco esfuerzo hay más titánico que el de adaptarse al “después” de un acontecimiento trágico, y sin embargo en ello consiste vivir. Nuestro ánimo flaqueará, erraremos muchas veces en el proceso de familiarizarnos con los esquemas vitales que sustenten otra rutina que nos cobije, pero precisamente en esa aclimatación a aquella eventualidad transformadora se da una auténtica sinergia de vida.


Y la vida es el motor de cuanto pensamiento mágico podamos llegar a elaborar para convertir en pasado lo que una vez nos devastó.

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