EL MISTERIO DE ESCARLATA O´HARA
“Pondré mis manos así, una a cada lado de tu cabeza. Apretaré y te aplastaré el cráneo lo mismo que si fuera una nuez. De este modo Ashley saldrá de ti.” Le dice Rhett Butler a Escarlata O´Hara en el transcurso de una de las mayores trifulcas acaecidas en su tormentoso matrimonio.
Clark Gable, Vivien Leigh
Las borrascosas relaciones de estos dos indómitos personajes formaron el mapa emocional más vistoso de “Lo que el viento se llevó”, clásico de la literatura estadounidense escrito por Margaret Mitchell que en 1939 fue inmortalizado en celuloide gracias a la astucia del audaz productor David O. Selznick, quien supo calcinar de pasión las pantallas de todo el mundo reuniendo un número ingente de talentos de la industria cinematográfica para recrear esplendorosamente su enardecida visión de la epopeya romántica que Mitchell abordó tomando como marco argumental la Guerra de Secesión americana.
Vivien Leigh, Hattie Mcdaniel
Los tres períodos en los que se desarrolla la acción de “Lo que el viento se llevó” (época prebélica, tiempos de guerra y la posguerra) tienen al personaje de Escarlata O´Hara como principal hilo conductor, una indoblegable beldad sureña que será testigo de cómo el enfrentamiento armado entre los Estados del Norte y los del Sur remata con la derrota de los suyos, aniquilando con ello toda una forma de vida. La vivencias de esta bravía heroína se hallarán influidas por el tríptico temporal reseñado haciendo que pase de ser una malcriada adolescente, hija del acaudalado dueño de una plantación de algodón llamada Tara, a tener que sobrevivir a las penurias y los horrores de la contienda así como a los primeros años de la reconstrucción de una tierra vencida de los cuales ella saldrá prósperamente adelante, desterrando de sí cualquier clase de escrúpulo que pudiera interponerse en su camino hacia la recuperación de su antiguo poderío económico (“Aunque tenga que matar, engañar o robar, a Dios pongo por testigo que jamás volveré a pasar hambre.”)
Clark Gable, Vivien Leigh
Uno de los puntos de fricción más común entre los defensores y los detractores de “Lo que el viento se llevó” radica en el desequilibrio que los últimos observan en el triángulo amoroso formado por la tempestuosa Escarlata, Ashley Wilkes, un prototípico caballero sureño con un talante endeble y anodino, y el truhán con corazón de oro y carisma viril formidable que es Rhett Butler. Sus críticas señalan que resulta poco creíble que el caprichoso enamoramiento de O´Hara teniendo a Ashley como objeto de sus desvelos juveniles se acreciente, tornándose obsesivo, con el paso de los años y consiga malograr su matrimonio con Butler, quien terminará abandonándola, harto de combatir inútilmente la fijación de su esposa aún cuando, ya en su madurez, ésta se da cuenta de que en realidad nunca ha amado a su primo y sí en cambio a Rhett.
Vivien Leigh, Leslie Howard
El misterio de esta aparente inconsistencia argumental se nos desvela fácilmente si buceamos bajo la superficie de la obcecación amorosa de la protagonista de la novela de Margaret Mitchell. Hay en este sentido una escena en su versión cinematográfica que condensa la naturaleza de tal ofuscación: Escarlata, convertida ya en esposa de Butler, se encuentra sentada ante su tocador en un dormitorio que ejemplifica profusamente todos los lujos que Rhett ha puesto a su alcance. Ha saciado su ambición material y cuenta con la adoración de su marido. El espejo, no obstante, nos devuelve la imagen de una mujer transida por una insatisfacción anhelante. Movida por un familiar impulso, abre un cajón y de él saca un retrato de Ashley y es en ese instante cuando sus ojos vuelcan su fulgor esmeralda en la verdadera circunscripción de la exaltación sentimental que le profesa a Wilkes: La añoranza fervorosa del paraíso perdido donde se desarrolló su vida hasta el estallido de la guerra.
Vivien Leigh, Leslie Howard
“Lo que el viento se llevó” detalla minuciosamente la devastación de una sociedad regida por un sistema de valores y unas costumbres de un conservadurismo tan reaccionario como romántico, y su posterior resurgimiento tras la Guerra de Secesión con una identidad totalmente metamorfoseada en la que, subsistiendo la tradición, todo lo caballeresco y lo bucólico de su esencia ha sido arrasado. Escarlata es una superviviente nata y se adapta de manera salvaje a las nuevas circunstancias que han modificado lo que después de la derrota sería conocido como “el Viejo Sur”, sin embargo en ese proceso de acomodación a la temperatura social de la posguerra, la parte más íntima de su mente se encierra con un ahínco cada vez mayor en aquel ayer masacrado. Es en esa fijación melancólica en combustión incesante donde la figura de Ashley emerge gloriosa, salvándose del olvido como un irrealizable primer amor, y se torna en un ideal sentimental de proporciones épicas al ver en ella la personificación de todo su antiguo mundo. Contra tamaña sublimación poco puede hacer Rhett, sureño también per ajeno en distinción y señorío a la aristocracia terrateniente a la que pertenecían Escarlata y su primo en el período prebélico. Tan sólo la muerte de Melania, esposa de Wilkes y antagonista del rol femenino representado por O´Hara, consigue derrumbar la utopía amorosa nutrida por el poderoso néctar de la nostalgia en el que vive la heroína de “Lo que el viento se llevó”. Despertar tardío a la realidad de sus emociones que no logra retener a su lado a Butler quien, cansado de la inmadura obsesión de su mujer, opta por romper sus lazos con ella a pesar del reconocimiento enamorado que ésta hace finalmente hacia su persona.
Clark Gable, Vivien Leigh
La mayoría de nosotros cobijamos íntimamente el sugestivo recuerdo de un paraíso perdido en donde nos refugiamos de la habitual crudeza del presente. Generalmente relacionamos el esplendor paradisíaco de lo rememorado con un lugar, con una persona o con cualquier otro elemento que de consistencia a las emociones que ese cobijo nostálgico aviva en nuestro interior. Nada de ello es negativo salvo si estos ejercicios de escapismo sentimental nos aíslan de cuanto constituye la jurisdicción de nuestra cotidianidad. La vehemencia con la que podemos llegar a fomentar el ensalzamiento que todo acto de nostalgia hace del ayer deriva usualmente en una propensión a licuar la magnitud de lo que nos rodea.
Olivia de Havilland, Vivien Leigh
Volcarnos en esa continua mirada hacia atrás nos impide acudir al encuentro de cada eventualidad de dicha que pueda surgir a diario a nuestro alrededor. Perdemos con ello numerosas oportunidades de poner en consonancia nuestras maneras de pensar y de sentir con la actualidad de nuestra existencia. Y, en dicha pérdida cometemos la injusticia de menospreciar, llegando incluso a ignorar, muchas oportunidades de renacimiento personal. Vivir como un autómata el tiempo presente, cumpliendo con exactitud todos los requerimientos prácticos del día a día pero entregando la parcela más íntima de nuestro ser a una melancolía anclada en el prolongado embellecimiento de lo que una vez tuvimos y gozamos, nos aprisiona en una penumbra vital de muy difícil escapatoria.
Vivien Leigh, Leslie Howard
Es factible romper el embrujo que sobre nosotros ejerce una fracción de nuestro pasado. No obstante, en ese despertar es posible que únicamente hallemos fragmentos de lo que hemos hecho añicos con nuestra ciega ofuscación. “Pensaré en todo esto mañana, en Tara. Allí me será más fácil soportarlo. Sí: Mañana pensaré en el medio de convencer a Rhett. Después de todo, mañana será otro día.”, se consuela Escarlata O´Hara cuando es abandonada por Butler sin darse cuenta de que su pertinaz extravío en aquel pretérito edén volatilizado no sólo ha hecho desmoronarse su presentes sino que, muy probablemente, haya condenado ese mañana al que apela llena de esperanza.