top of page

GLORIA MUÑOZ: Una actriz que sabe mirar


Su gran amigo desde los tiempos del Grupo Tábano, Gerardo Vera, la llama “actriz antigua” con inmenso cariño y toda la admiración posible y lo cierto es que Gloria Muñoz es heredera directa de aquellas intérpretes que sólo con aparecer en escena transmiten información sobre su personaje, apuntan personalidades, dibujan una psicología, tan sólo necesitan una mirada cargada de intención y significados para adueñarse del ánimo e interés del espectador. No en vano reivindica que comenzó su carrera profesional junto a Amelia de la Torre “y aprendí de ella más que de nadie”, aunque sus referentes son de lo más variopintos, tal y como confiesa en esta entrevista.


(Malena Alterio y Gloria Muñoz en Emilia, montaje teatral dirigido por Claudio Tolcachir)


Con la versatilidad que le caracteriza, Gloria Muñoz se ha despojado de esa Emilia que Claudio Tolcachir le encomendó para que emocionase a las plateas y se ha metido en la piel de Magdalena, el personaje central de El señor Ye ama los dragones de Paco Bezerra que puede verse en las Naves del Español-Matadero hasta el próximo 3 de mayo. En esta ocasión interpreta a una mujer llena de miedos y prejuicios, la orgullosa presidenta de una comunidad de propietarios que controla y gobierna la vida del edificio desde su ático, una especie de abeja reina que sólo desea que la colmena viva en paz, si bien es cierto que bajo sus reglas, sin querer ser consciente del apocalipsis al que parece abocado la ciudad tras la invasión de una niebla espesa, persistente y asfixiante.


(Arriba: Gloria Muñoz y Lola Casamayor. Abajo: izq a dcha, Huichi Chiu y Chen Lu, en El señor Ye ama los dragones, montaje teatral dirigido por Luis Luque)

PREGUNTA.- ¿Qué le dirías a alguien que piense que tu personaje es la mala de la función?


RESPUESTA.- ¡Que no estoy de acuerdo con él, jajaja! Lo cierto es que no la veo así en absoluto: Magdalena es una mujer amante del orden y que sólo desea que las cosas estén en su sitio; es la presidenta de la comunidad y, desde esa posición, considera que las chinas que viven en el sótano lo están alterando todo, ya que andan con negocios que no deben consentirse y piensa que esconden a gente que no tiene sitio en la calle, lucrándose con ello. Puede parecer mala en un primer momento por cómo se relaciona, porque lo cierto es que se relaciona fatal con todo el mundo, pero en realidad la mueve una buena fe basada en la inconsciencia absoluta de lo que sucede a su alrededor.


P.- ¿Cómo abordaste un personaje con tantas aristas?


R.- El tema que más me interesó de la función desde el principio, y así lo planteé ya en las primeras lecturas, fue el de enfrentarme a una persona que está inmersa en una situación de crisis general, hay como una especie de depresión social por todo lo que estamos viviendo, pero ella no ha entrado ni comprendido esa dinámica porque se niega a verla. Se limita a echar la culpa a los que vienen de fuera, gente que intenta buscarse la vida como cualquiera de nosotros, y no se da cuenta de que los que le están quitando su piso, incluso su vida, son los de aquí, los que dirigen los bancos, esos son los causantes de la crisis.


(Huichi Chiu y Gloria Muñoz en El señor Ye ama los dragones)

P.- Magdalena recorre un camino ciertamente amargo para descubrir que, en muchas ocasiones, conocer la verdad no nos da libertad y supone un lastre muy pesado…


R.- Eso puede llevarnos a hablar de la verdad con un sentido muy filosófico, pero el caso es que hay una frase que lo señala, porque ella le dice al personaje que interpreta Lola Casamayor que “a una amiga no se le dice nunca la verdad”… Efectivamente, la mayoría de las veces, las verdades nos hacen plantearnos la vida desde un punto de vista muy diferente al que teníamos. Esto suele ocurrir porque cada uno se crea una personalidad basada en lo que quiere ser, en lo que le gustaría ser, y en ese sentido enterarte de la verdad no es que te haga menos libre, pero te hace cambiar el punto de vista que tenías sobre ti mismo y supone un drama muy grande para quien lo recibe; analizado así, podríamos decir que la mentira nos hace más libres porque nos deja vivir sin ser conscientes de lo que pasa y te tomas libertades que no te tomarías si supieras cómo eres realmente y lo que te está pasando. Yo creo que el racismo tiene que ver con una falta de conocimiento de la verdad, un negarse a ver cómo es en realidad la gente que te rodea, los consideras distintos sólo por tener costumbres diferentes; si no se reconoce la verdad se van desarrollando auténticas tragedias que afectan a la sociedad.


P.- Y Magdalena se empeña en conocer la verdad: por eso baja hasta el sótano y llama a la puerta de esas mujeres…


R.- A la hora de ir componiendo el personaje, he partido de la intuición de que algo no está funcionando: esta mujer, que pasa sola muchas horas, se engaña a sí misma, no quiere reconocer lo que está pasando, pero tiene una extraña intuición que le hace tener miedo de lo que va a buscar, intuye que no le va a gustar pero quiere saber la verdad, y cuando la destapa se viene abajo o, mejor dicho, la vienen abajo; ella es muy coherente en todo momento con sus actos pero le van viniendo encima cosas, verdades que no quería ver. A la hora de arrancar el trabajo, hablando con el autor y el director, hemos planteado lo de la intuición de Magdalena, de ahí que no abra las cartas que recibe y al mismo tiempo vaya detrás de la sombra que se topa en las escaleras.


(Lola Casamayor y Gloria Muñoz en El señor Ye ama los dragones)

La brillante escenografía de Mónica Boromello se conjuga a la perfección con la inquietante música de Luis Miguel Cobo y la ajustada y precisa iluminación de Felipe Ramos –“todo un orgullo poder decir que es mi hijo, quien además estaba en el proyecto antes de que entrase yo”-, creando el marco adecuado para el desarrollo de una función que Luis Luque conduce con mano firme pero sin querer remarcar nada, una dirección sutil y cuidada que confía en sus actrices para que el público se sienta partícipe e involucrado desde el momento en que entra a la sala.


R.- El texto se trabajó partiendo de las relaciones, de las situaciones que viven los personajes, se hizo un análisis previo en que se estudió tanto lo que hay de fábula moral como lo político-social, pero se primó lo humano, lo emocional; me gusta mucho que el teatro no descuide ese aspecto, porque creo que tiene una función de despertar y si hay posibilidad de hablar de la situación de la gente, de lo que pasa en la calle, me parece que debe hacerse. Pero así como en esta faceta hay que tomar partido, en el aspecto moral los planteamientos son muy distintos: cada cual tiene su punto de vista. Yo creo que son las proyecciones las que incorporan lo político-social, son extraordinarias y ayudan a crear el contexto, toda la parte técnica proporciona el envoltorio adecuado y consigue un contraste muy interesante: en nuestra escena juntas, Lola y yo nos sentimos como si a Rafaela Aparicio y Florinda Chico las metieses en Blade Runner, ya que estamos en el tono de esas actrices de toda la vida a las que tanto admiro pero insertadas en una estructura futurista.


(Lola Casamayor y Gloria Muñoz en El señor Ye ama los dragones)


P.- Pero todo con tiento, sin exagerar…

R.- El director cuida mucho que no entremos en la caricatura, que la composición no se coma la verdad, que no nos pasemos, y esta función podría derivar no sé si en el esperpento pero sí en el expresionismo más desatado, imitando al cómic, una opción que podría haber dado buenos resultados, pero me siento más complacida y cómoda con la que se eligió.


P.- Y es que tu personaje puede parecer un tanto estereotipado, pero tú sabes transformarlo en muy real, muy reconocible…


R.- Así es como lo hemos trabajado: Luis quería que hubiese mucha verdad, aunque aceptó que hubiese cierta composición, cierta caracterización necesaria para hacer un mejor dibujo; ha sido un trabajo muy dialéctico, el director ha hecho unas propuestas y las ha puesto en común con las nuestras, es una forma de trabajar que me apasiona y que activa la creatividad. Una vez queda compuesta la forma de estar, la de ser, la de peinarse, el comportamiento en escena viene dado, sale solo, no estudio los gestos, los adquiero.


(Gloria Muñoz y Huichi Chiu en El señor Ye ama los dragones)

P.- Y nos encontramos con una de tus marcas de fábrica: la mirada, que despliegas de tal manera que consigues primeros planos, arrastras al público…


R.- Me gusta mucho trabajar la mirada, es cierto, pero como parte del proceso, no sé si es una marca de fábrica porque es algo que no estudio, que me surge, que nace desde dentro como consecuencia del estudio. Claudio Tolcachir, por ejemplo, incide mucho en este aspecto, no sólo la de cada uno con respecto al compañero, que esa sí debe trabajarse siempre, sino tratando de conseguir eso del primer plano, sí, cómo se mira al público. Lo cierto es que sería una mentirosa si negase que lo tengo en cuenta: no sé si debería contarlo porque es algo que forma parte de mi trabajo, pero hay veces en que me gusta quedarme quieta en escena y trabajar sólo con la mirada, bien cruzándola con algún compañero o dejándola perdida hacia el público o hacia la nada.


(Gloria Muñoz en Las Troyanas, montaje teatral dirigido por Mario Gas)

P.- Y, además, esa voz rota, quebrada, rotunda, capaz de sacudir y electrizar o de extraer comicidad sin aparente esfuerzo, variando el tono con una mera inflexión…


R.- Lo cierto es que he tenido que ir haciendo de la necesidad virtud porque cuando estaba en Tábano e hicimos Castañuela 70 yo era mucho más soprano y tenía mejor voz, pero me la hice polvo por cantar mal, por forzar, por no medir, ahí a voz en cuello, jajaja… Gracias a Concha Doñaque, la catedrática de voz, que es una gran amiga, he podido buscar otros registros y ahora ya la controlo otra vez, puedo jugar con ella, porque hubo un momento en que estaba obsesionada ya que me quedaba afónica en seguida. Como yo me críe en Radio Madrid porque mi padre formaba parte del cuadro de actores y me llevaba a muchas grabaciones, todas esas grandes voces, Matilde Conesa, Juana Ginzo, la Vilariño, me han servido como escuela, porque en la radio es la única herramienta que posees para transmitir emociones.


(Gloria Muñoz en la serie de TV, Bajo sospecha)


Emociones de lo más diversas es capaz de encarnar esta actriz: la vimos doliente, rota, imparable en aquel grito desesperado al que daba vida en Homebody/Kabul (función por la que obtuvo un Max como actriz de reparto), llenando de sentido cada aparición del personaje silente que abordó en Las amargas lágrimas de Petra von Kant que interpretó para TVE, adueñándose de la pantalla en sus pocas secuencias en La vida inesperada, encogiéndonos el alma al acunar a su hijo drogadicto con un Duerme, negrito inolvidable en la serie Policías, en definitiva, una intérprete de variados registros que demuestra su categoría en cualquier medio, aunque sea en la escena donde más y mejor se la disfruta.


(Gloria Muñoz en La vida inesperada (2013), película dirigida por Jorge Torregrossa)


R.- Me gusta y divierte la posibilidad de cambiar, me encanta que no me reconozcan y no sepan quién soy hasta que no me oyen hablar. Una vez, cuando estaba haciendo Menudo es mi padre y al mismo tiempo en teatro Bienvenida a casa junto a Beatriz Carvajal, yo iba tan tranquila en el metro y, ante uno de los carteles de la función en que se me veía de rubia platino, una señora le dijo a otra “¿sabes quién es esa? La mujer del Fary” y la otra decía “no te lo crees ni en broma”, estuvieron venga a discutir, yo callada, pero al volver pasar ante uno de los carteles de la función terminó por darle la razón diciendo “es que éstas se pintan y ya parecen otras”, jajaja… Me encanta que el maquillaje sea expresionista y me ayude, como en Las Troyanas o en La boda de los pequeños burgueses; en esta función, sólo es recurrir a un maquillaje antiguo, de hace veinte años, donde se ha quedado anclada Magdalena, pero los maquillajes extremos, a lo máscara china, me apasionan.


(José L. Torrijo y Gloria Muñoz en La amante inglesa, montaje teatral dirigido por Natalia Menéndez)

P.- ¿Cuáles son tus referentes interpretativos?


R.- He tenido maestros de lo más variado y todos han dejado su huella: empecé a estudiar con Pepe Franco, un actor de Radio Madrid, que te ayudaba a tener logros directos en lo que entonces más se incidía que era la declamación. Luego, claro, Juan Margallo; con José Antonio Ortega, mi pareja desde hace mucho, trabajamos en Barcelona una especie de farsa naturalista. No puedo dejar de nombrar a Mario Gas, porque es una persona con la que me entiendo muy bien y de la que siempre aprendo, pero si hablamos de referente, lo que yo quería ser de mayor es Berta Riaza, me parece el no va más y he aprendido mucho viéndola, pero también me ha pasado con Lina Morgan, porque siempre he tendido a ser ecléctica. Por ejemplo, aunque parezca raro, aprendí mucho de Blade Runner porque gracias a la replicante aprendí algo que siempre aplico: estructurar la memoria de todo lo que ha vivido el personaje hasta llegar a la función, tener esas vivencias aprehendidas, y así logras imprimir viveza y verdad. Hay muchos autores a los que no he estudiado, pero picoteas de aquí y de allá, siempre coges algo, Y aunque no lo hayas estudiado, picoteas, coges algo, gracias a Jacques Lecoq siempre me planteo a qué animal se asemeja mi personaje y en este caso concreto, al hacerme cargo de la abeja reina, eso me ha ayudado mucho.


(izq a dcha: Carlos Hipólito, Gloria Muñoz, Fran Perea y Manuela Velasco en Todos eran mis hijos, montaje teatral dirigido por Claudio Tolcachir)

Inquieta y curiosa, cuenta que acaba de pedir leer la nueva función de Abel Zamora, el autor de Yernos que aman, uno de los éxitos de La Pensión de las Pulgas, porque le gusta seguir descubriendo y aprendiendo, disfrutando de su profesión, encontrando nuevos retos con los que sorprender y cautivar.


Óscar López, Pablo Vilaboy

Follow Us
  • Twitter Basic Black
  • Facebook Basic Black
  • Google+ Basic Black
Recent Posts
bottom of page